9 de julio de 2011

El universo dialógico de el invierno de Gunter de Juan Manuel Marcos

ABC Digital

El teórico ruso Mijail Bajtín (1895-1975) se ha consolidado en las últimas décadas como uno de los referentes fundamentales de la crítica literaria. Se lo ha calificado como la cumbre de una tendencia sociológica no exenta de fundamentos lingüísticos que arranca desde Antonio Gramsci[1], y analiza de manera revisionista el legado del Formalismo, al que acusa de subestimar el contenido, “que nos permitirá interpretar la forma de un modo más profundo que el hedonista simple”[2]. La novela “dialógica” presenta un tejido de voces que se conectan entre sí, de la misma manera que el sujeto en su conciencia interior se divide en una multitud de voces que dialogan. Esta tradición se remonta a Rabelais, Cervantes y Stern, y se ramifica en el fluir de conciencia de novelistas como Joyce, Woolf y Faulkner. Este “universo dialógico” se ha desarrollado conceptualmente hasta abarcar cada vez con más énfasis la “voz” del propio lector, como en las experimentaciones de la llamada teoría de la recepción de Jauss e Iser[3].

Lo que tienen de particular esas obras es el tratamiento del lenguaje desde un proceso interno. Estos autores han observado la realidad para escribir ficción. Pero no la realidad primaria, evidente a los sentidos, sino la que descubre el fenómeno de la lingüística.

Cuando necesitamos comunicarnos con los demás, organizamos nuestro lenguaje, y nuestra expresión se acopla a las leyes comunes del sistema gramatical y sintáctico para que resulte coherente y sea entendible por los demás. El pensamiento discurre de un lugar a otro. Si nos ponemos a observar, nos damos cuenta de que se suceden una multitud de pensamientos entreverados, un sinfín de voces que son nuestras y de otros, como si entrasen en diálogo. Es ese “dialogismo” el que Bajtín fundamenta a través del análisis de obras literarias como las de Dostoievski, en oposición a Freud, quien postulaba que el sujeto es un ser único y estable[4].

La crítica internacional ya ha puesto su mirada sobre la literatura paraguaya desde un ángulo bajtiniano. Uno de los precursores de esta atención, a propósito de Yo el Supremo, de Roa Bastos, ha sido Wladimir Krisinsky, de la Universidad de Montreal, quien denomina a la polifonía “un instrumento totalizador de la realidad”[5]. Helene Weldt-Basson, de la Universidad del Estado de Michigan, no solo describe el tejido polifónico de las “voces” de Yo el Supremo, desde una rigurosa óptica bajtiniana, sino que además examina cómo esta novela parodia ciertos textos históricos[6]. Adriana Bergero, de la Universidad de California, Los Angeles, reconoce explícitamente su vínculo interpretativo con Juan Manuel Marcos en su igualmente bajtiniano El debate político: Modernidad, poder y disidencia en Yo el Supremo de Augusto Roa Bastos[7]. Y José Vicente Peiró Barco, de la Universidad de Alicante, refiere de manera inequívoca que Marcos estudió a Bajtín mientras ejercía la docencia en Estados Unidos, y puso en práctica sus teorías en El invierno de Gunter[8].

Para tener una mejor idea acerca del concepto del dialogismo, entendamos que el renacer del diálogo como forma literaria es posible gracias a la nueva conciencia plurilingüe que se está formando en este periodo histórico, y que Bajtín simboliza, en un claro paralelismo con las reformas que se llevan a cabo en las ciencias naturales, en la conciencia galileana del lenguaje por oposición a la conciencia ptolomea. La concepción lingüística ptolomea, cerrada y única, es suplantada por la galileana, abierta, y en la que todos los lenguajes entran en diálogo. Para Ptolomeo, la Tierra estaba fija e inmóvil en el centro del universo; en cambio para Galileo se movía, y el Sol ocupaba el centro. “Y sin embargo se mueve” fue la frase que legó a la posteridad, sometido a juicio por la Inquisición. La idea de un universo cerrado, inmóvil, dominó la cosmovisión de la Edad Media. En el Renacimiento las compuertas se abrieron, y el hombre comprendió que formaba parte de otras constelaciones en constante movimiento, conectadas entre sí.

El invierno de Gunter (1987), de Juan Manuel Marcos, nos ofrece ese universo dialógico descrito por Bajtín como “la nueva conciencia cultural y creativa de los textos literarios”, es decir, una obra literaria lejos del orbe estático, solitario y cerrado. La polifonía novelística de Marcos está conectada con todo lo que hace a su contexto: el pasado, el presente y el futuro, la historia, lo que ven y piensan los otros que comparten ese mundo heterogéneo de voces. El universo habla. Y no lo hace en forma de monólogo, sino en forma de diálogo. Tal cual sucede dentro de nuestra mente en estado natural. La mente es una proyección de ese universo, se proyecta en él, y es parte de él. Es eso lo que claramente nos ofrece El invierno de Gunter. Lo que pensamos en el momento que estamos leyendo la obra también nos incluye a nosotros como contexto, como otra voz que dialoga con la obra, así como la propia obra dialoga con las demás que le precedieron en forma de lecturas, que a su vez precederán a otras lecturas. Así, esta concepción literaria revoluciona el concepto de la estructura de la novela.

Veamos una muestra elocuente de esta estética en un párrafo de El invierno de Gunter[9]:

-Mi abuelo fue mi abuelo, doctor, y su sobrina es su sobrina –interrumpió amable el abogado—. ¿Qué puedo hacer por ella? Como tú sabes, amor, en esta soledad me acompaña la radio. Pero a las doce y media, comienza la cadena. Todas las emisoras transmiten en cadena el boletín oficial. Aunque muevas el dial, nada se mueve. Es una voz monocorde, petrificada, única, excesiva. Tiro la radio. Estiro la cadena. Y comienza el futuro…

Este es un fragmento ejemplar. Uno de los personajes principales, Pancho Gunter, visita al presidente del Colegio de Abogados. El abogado pregunta a Gunter qué puede hacer por su sobrina, Soledad Sanabria Gunter, una estudiante que en esos momentos está siendo torturada en un calabozo por la dictadura. De pronto, sin ningún registro que señale el cambio de voz narrativa, brota la voz de Soledad hablándole a Verónica en otro plano. Ninguna de las dos está presente en esta escena, pero el autor nos quiere mostrar que una obra literaria es un reflejo de la mente interna y del universo, y que todas las voces, aunque se presentan dando saltos en el espacio y el tiempo, forman parte de una lingüística abierta, que se muestra como un fenómeno natural.

A lo largo de toda la novela encontramos inserciones de parlamentos, pensamientos, frases celebres de diversos autores, versos, canciones, textos antropológicos, etc., todos mostrándonos una salida hacia afuera del texto, demostrándonos que la literatura no es un universo cerrado, y que todo texto es en sí mismo una asimilación de otros textos. Para los teóricos nada se crea de la nada. Para crear es preciso asimilar a otros, emularlos, como parte del proceso creativo, hasta que finalmente logramos imprimir nuestro yo, y así recrear la obra. En medio de esa polifonía es imposible no tener la influencia de otras voces[10].

Estas voces que a veces parecen dialogar al azar tienen puntos de encuentro en el hecho de echarles una vista a las mismas, en arrojar otras perspectivas a los conflictos y a los intereses humanos. Bajtín publicó su gran obra Problemas de la poética de Dostoievski en 1929, año que por este acontecimiento editorial puede compararse en el campo de la filosofía al de 1781, en que Kant publicó su Crítica de la razón pura. En este imprescindible estudio introdujo por primera vez el concepto de dialogismo, uno que todavía no ha sido contemplado en la creación literaria de nuestro país, ni se ha aclimatado en nuestros análisis críticos.

Sin ninguna duda, uno de los puntos fuertes de El invierno de Gunter es su excepcional riqueza creativa en el marco de una estética auténticamente visionaria para su época. Llegamos al punto histórico en que el escritor tiene que encontrar otras maneras de sacudir las mentes y ofrecer otros parámetros lingüísticos. La literatura no puede permanecer quieta. Debe abandonar las estructuras ya transitadas, comunes y gastadas. El escritor tiene que permitir al lector ver que la literatura teje innumerables lazos con el mundo, que es una aventura para la mente, que está viva dialogando con el universo.

[1] Peter Ives, en su esclarecedor Gramsci’s Politics of Languages, Engaging the Bakhtin Circle and the Frankfurt School (Toronto: University of Toronto Press, 2004, reprinted 2008), recalca que Bajtín está “en total acuerdo con el rechazo de Gramsci de las definiciones abstractas de un lenguaje rarificado de sus contextos históricos y culturales”, p. 75.

[2] Citado en David Viñas Piquer, Historia de la crítica literaria (Barcelona: Ariel, 2ª edición actualizada 2007, reimpresa 2008), p. 456. Para Bajtín, el mérito de Dostoievski consiste en poner de relieve, por encima de la trama, “los diálogos que entablan las distintas voces en el entramado de una sociedad concreta”. (Ibídem, p. 459).

[3] Robert Holub, “La Teoría de la Recepción: la Escuela de Constanza””, en Raman Selden, ed., Historia de la crítica literaria del siglo XX, Del Formalismo al Postestructuralismo (Madrid: Akal, 2010, edición original en inglés 1995), p. 382.

[4] Viñas Piquer, p. 455.

[5] Wladimir Krysinsky, La novela y sus modernidades: a favor y en contra de Bajtín (Madrid: Iberoamericana, 1998), p. 22

[6] Helena Carol Weldt-Basson, Augusto Roa Bastos’s I the Supreme, A Dialogical Perspective (Columbia, Missouri: University of Missouri Press, 1993). En esta interpretación de la carnavalización del discurso histórico en el Paraguay, la autora sigue la tesis de Juan Manuel Marcos en su célebre Roa Bastos, precursor del postboom (México: Katún, 1983).

[7] Nueva York: Peter Lang, 1994, p. vii.

[8] José Vicente Peiró Barco, La narrativa paraguaya actual 1980-1995 (Asunción: Editorial de la Universidad del Norte, 2006), p. 151.

[9] Juan Manuel Marcos, El invierno de Gunter (Asunción: Criterio Ediciones, 2ª edición, 2009), p. 222.

[10] Con notable precisión, Sue Vice señala que, conforme a su etimología griega (“muchas voces”), la novela polifónica es esencialmente democrática, puesto que las voces de los personajes y la del narrador existen en el mismo plano, sin subordinarse unas a otras. Sue Vice, Introducing Bakhtin (Manchester: Manchester University Press, 1997), p. 112.

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